Desde que llegó la pandemia a Colombia he vivido los días más intensos y extraños de mi vida.
Vivir encerrados tantas horas al día trabajando en largas jornadas, en incómodos lugares que no fueron diseñados para eso, ha sido el reto más asfixiante de todos.
La casa es un lugar de paz, relax, amigos, familia y de esto cada vez queda menos. Recibir noticias tan tristes de varios muertos en un día y que sean cercanos a ti también desalienta muchísimo.
Lo más duro de afrontar y de aceptar es que estamos sufriendo de depresión o ansiedad.
Y si, en este tercer pico ha sido más notorio el sentirse agobiado, acorralado por el virus, perseguido por la monotonía y silencios interiores prolongados buscando una explicación a todo este caos. No quiero la nueva normalidad, no acepto vivir por el resto de la vida trabajando desde casa, no quiero seguir haciendo reuniones por zoom todo el tiempo, no quiero seguir cerrando negocios sin mirar a los ojos y dar un fuerte apretón de manos.
¡NO!
Quisiera despertar de este sueño y confirmar que solo fue una terrible pesadilla. Esta semana han muerto 5 personas muy cercanas a mi corazón y en 3 de ellas encontré algo similar, habían dejado de pagar su medicina prepagada porque no era tan necesario y esos pesitos servían para otra cosa. O no le encontraron la importancia de asegurarse porque “para qué ahora” y tuvieron que padecer sus últimos días de vida con servicios médicos mediocres, clínicas obsoletas en hospitales públicos .
Muy triste, que no hemos entendido, aún después de dos picos de contagio, que la mejor inversión que hacemos en el mundo es la que hacemos en nuestra salud. Aunque tener una medicina prepagada no le salve la vida a una persona, si es una gran ayuda en tiempos difíciles. Si no que lo digan los que han sobrevivido a esta temible enfermedad y desde su casa han recibido las mejores atenciones o los que estando en UCI u hospitalizados, hoy dan gracias a Dios por haber tomado la mejor decisión de sus vidas; asegurarse.
Te voy a confesar algo: a veces quisiera preguntarles a los que me dicen “¿cuál es la prepagada más barata?”, ¿Cuánto te gastaste en la última salida a cenar o a pasear con tu familia?
Pero esto es ofensivo y duele, pero es la verdad y la verdad aunque duela toca decirla.